En tiempos de maricastaña, hace ya un montón de años, vivía
en la costa de Cádiz una niña llamada Sisi.
Sisi soñaba con ser pirata, porque no era feliz con la vida
que llevaba.
Su madre y su padre le obligaban a hacer cosas que no le
gustaban: coser, barrer, cuidar de su abuelo…, en fín, cosas que le decían que
eran propias de mujeres. Tanto deseaba la libertad, que cuando se hizo algo
mayor decidió irse de su casa en busca de aventuras.
Así que una noche preparó un hatillo con unas pocas cosas de
ropa y su cepillo de dientes y se montó en la barca de su tío que era pescador
de atunes. En la barca estaba durmiendo Manolito, un loro precioso, amarillo y con
las plumas de la cola azules.
Al llegar Sisi, se despertó y dijo:
- Niña tenía que ser… niña y tonta.
Sisi no le hizo ni caso. Soltó amarras y encaminó la barca
mar adentro. Al cabo de unas horas el
cielo se puso negro y el mar embravecido… Se desató una gran tormenta que hizo
naufragar la barquichuela. El lorito Manolito decía: - Grrr… niña tonta…, grrr…
niña tonta,… la culpa es tuya…, ¡niña tenías que ser!
La corriente del mar les llevó a una isla, grande, llena de
vegetación. Pero lo peor fue descubrir que sus aguas estaban infectadas de
tiburones. Menos mal que con la tormenta los tiburones no habían reparado en
ellos y pudieron salir del agua sanos y salvos.
Comenzaron a explorar la isla y descubrieron que había otra
persona viviendo allí: se trataba de Jake, un piratilla algo más pequeño que Sisi,
que llevaba dos meses en la isla, también tras un naufragio.
Jake les contó que había intentado salir de la isla, a la que
había puesto el nombre de Matalascañas, que era su pueblo en España. Pero no lo
había conseguido. No tenía herramientas para cortar árboles, y las pocas ramas
que había caídas por la isla ya las había usado para construir varias balsas,
siempre con el mismo resultado: cada vez que se hacía a la mar le perseguían
manadas de tiburones y con sus tremendas mandíbulas trituraban las balsas y a
punto habían estado de comerle de aperitivo a él.
Sisi se burló… ¡seguro que no sabía hacer nada bien! Ella sí
lo conseguiría, dijo muy ufana. Jake, que era una persona tranquila y no se ofendió, ni
siquiera cuando Manolito le decía:
- ¡Nena!... ¡Eres una nena!
Por el contrario, les llevó a su cabaña y les ofreció cobijo.
Sin embargo, Sisi y Manolito no aceptaron, burlándose del piratilla y le
dijeron:
- Me parece que eres un poco torpe.
Nosotros encontraremos la forma de salir de aquí. Y se fueron, despreciándole y
riéndose de él.
Pasaron unos días y aunque intentaron construir una balsa no
pudieron. Tampoco fueron capaces de construirse una cabaña, y tenían hambre y
frío. Sisi empezó a pensar que Jake no era tan inútil, al fin y al cabo tenía
una buena cabaña y volvieron a visitarle.
A pesar de los desprecios del loro y la niña, Jake les
recibió bien: les ofreció comida y cobijo. Al poco salieron de exploración todos juntos, a ver si entre
los tres encontraban la forma de salir de la isla. Estaban en eso, recorriendo
la orilla del mar buscando materiales, cuando
Jake se cayó al agua:
- ¡Socorro!, ¡ayudadme! Hay un
tiburón gigante que quiere comerme.
Pero en realidad el tiburón (que era una tiburona llamada
Gregoria) se había asustado y salió disparada nadando y alejándose de ellos. Gregoria
se quedó observando a una buena distancia lo que hacían los niños. Como era un
acantilado no les resultaba fácil sacar a Jake del agua, que empezaba a
cansarse y Gregoria, al ver lo que intentaban, se acercó de nuevo a prudente
distancia y les habló:
- ¡Qué susto me habíais dado! Ya veo
que estáis en dificultades. Si me prometéis no hacerme daño os ayudaré.
Jake se sujetó de la gran aleta de Gregoria y cuándo llegó a
la orilla, Sisi, Jake y el lorito Manolito le contaron el problema que tenían.
Gregoria les dijo: - Alrededor de la isla hay varios barcos naufragados
hundidos. Si queréis yo os digo dónde y os ayudo a sacarlo del agua.
Manolito muy chulesco dijo:
- Eso no es de niñas, y menos de
cobardicas como tú. Sisi le dio la razón al loro, pero aclaró que ella era
distinta, una chica especial y valiente y eso que decía el loro no contaba para
ella.
Entonces Jake les dijo:
- Sois injustos. Lo mismo me
hicisteis a mí. Gregoria tendría miedo, pero me ha salvado la vida, y ahora se
ofrece a ayudarnos. Sin embargo vosotros la despreciáis cuando puede ser la
única oportunidad para salir de la isla.
Gregoria les llevo hasta los restos de un pequeño barco y con
la ayuda de una liana, la fuerza de Gregoria y las indicaciones desde el aire
de Manolito llevaron el barco a la orilla y en pocos días lo tenían listo para
navegar.
Todos estaban contentos y orgullosos del trabajo bien hecho. Comprendieron
entonces que el valor de las personas no se mide por ser más fuerte, más guapo,
más grande o más lista y que es muy importante el trabajo en equipo, la
colaboración y el saber que todas las personas tienen un valor especial.
Cuando se iban a embarcar para regresar a casa, Manolito dijo
que se quedaba:
- La isla de Matalascañas es
preciosa… y la tiburona también…
¿Se habría enamorado?
Y colorín colorado este cuento tan apiratado se ha terminado.
Autores y autoras: 5º curso de Primaria