jueves, 18 de marzo de 2010

Romance de la reina de Nápoles









La triste reina de Nápoles
sola va, sin compañía;
va llorando y gritos dando
do su mal contar podía;

¡Quién amase la tristeza
y aborreciese alegría,
porque sepan los mis ojos
cuanto lloro yo tenía!






Yo lloré el rey, mi marido,
las cosas que yo más quería:
lloré al príncipe don Pedro,
que era la flor de Castilla.
Vínome lloro tras lloro,
sin haber consuelo un día.

Yo me estando en esos lloros,
vínome mensajería
de aquese buen rey de Francia,
que el mi reino me pedía.









Subiérame a una torre,
la más alta que tenía,
vi venir siete galeras
que en mi socorro venían;
dentro venía un caballero,
almirante de Castilla.
¡Bien vengas, el caballero,
buena sea tu venida!

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